Mónica (28 años) se encontraba postulando a un cargo como ejecutiva bancaria en una empresa transnacional. Durante la segunda entrevista personal del exhaustivo proceso de selección, su interlocutor le pidió derechamente bajar 20 kilos para lograr el ansiado puesto. La profesional rechazó la, a su juicio, ofensiva propuesta y, obviamente, continuó integrando las filas de desempleados y desempleadas de su país.
La historia de esta mujer no es aislada. Relatos similares se suceden a diario en una sociedad que cada vez otorga mayor importancia a la imagen física a la hora de acceder a un puesto de trabajo. Pareciera que ya no sólo hay que invertir en una buena educación. La cita con el cirujano plástico y la mensualidad en el gimnasio también será un ítem indispensable a considerar.
Y aunque tal vez la afirmación suena sarcásticamente exagerada, no en vano la industria del maquillaje factura 160 millones de dólares anuales.
La británica revista The Economist ha empezado a tomar la diada belleza y fealdad en serio, teniendo en cuenta sus importantes efectos sobre el PIB y el empleo de Inglaterra.
En Holanda, varias compañías de publicidad, tras realizar una serie de seguimientos, han constatado una estrecha correlación entre belleza y cargos relevantes, altos ingresos y beneficios empresariales.
Actualmente, en Estados Unidos la población gasta más en cosméticos y tratamientos de belleza que en educación.
En Brasil, trabajan más mujeres para la empresa de cosméticos Avon (900.000) que hombres y mujeres para el Ejército.
Acondicionadores para el pelo, hidratantes, cirugías, píldoras adelgazantes son un interesante negocio, orientado principalmente al consumidor femenino.
Porque es un hecho que esta fiebre por la belleza tiene como principal víctima a las mujeres. La imagen estereotipada de la guapa secretaria atendiendo al jefe ha sido superada por creces por una realidad que demanda a la mujer no sólo ser buena dueña de casa, madre y pareja, junto a una intachable profesional. Ahora también debe ser atractiva y aparentar juventud, aunque en honor a la verdad, esta guerra contra la fealdad ataca a hombres y mujeres por igual, respondiendo a un modelo que no deja de sorprender por los buenos dividendos que da a unos pocos.
Proveer a los trabajadores y trabajadores con un salario de subsistencia constituía el requisito para continuar extrayéndoles plusvalías en la primera fase capitalista; dotarlos de un sueldo para el consumo fue la estrategia en la fase posterior. Ahora, sin embargo, no basta con recibir un salario para gastar; es, además, necesario un sueldo para gustar.
La idea de la supervivencia es superada por la cultura de la buena presencia. La salud no es sólo un bienestar físico y mental, sino, ante todo, un buen ver. El derecho a la educación se mezcla ahora con el acceso a una buena liposucción y, en suma, al desmayo de la ética sucede el éxito de la cosmética.
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En mi opinión, el físico de una persona no tiene absolutamente nada que ver con asuntos profesionales, educativos, laborales, ni con ninguna otra categoría de la sociedad. Porque...
"La belleza no viene marcada por como se ve, sino mas bien, por como se siente uno mismo."
"La belleza se encuentra en el alma de las personas."
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2 comentarios:
Una vez vi en Discovery un documental sobre la belleza, y la cruda realidad es que la gente bella tiene mejor suerte.
Hicieron un experimento en una plaza llena de gente. Una escultural mujer fingía estar hablando por celular y luego se le caía un billete de 100 dolares sin que ella se diera cuenta. El 95% de los transeuntes que veían esto, se acercaban a la mujer y amablemente le devolvian el billete, o le avisaban que se habia caido, incluso le preguntaban si necesitaba algo mas.
Repitieron el mismo experimento pero con una mujer mas bien fea, fingiendo que hablaba por celular y luego se le caia un billete de 100 dolares. Quienes se dieron cuenta, unos le avisaron, otros simplemente se hicieron los desentendidos, y algunos incluso se llevaron el billete.
Es la cruda realidad, y demostrada cientificamente.
Tikki tiene razón, la realidad es esa. Yo no he visto el documental, pero me parece que es demasiado obvio.
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